27 de marzo de 2012

Nadie quiere recordar una vida a la mitad.

Miramos por la ventana, vemos el tiempo pasar. Podemos mascarlo, saborearlo. Sabemos que está pasando por delante de nuestras narices pero no queremos hacemos nada para evitarlo, no podemos hacer nada para evitarlo. No sabemos bien cómo salir adelante, necesitamos a alguien, alguien que esté ahí para recordarnos que no nos dejará caer, y si comete un error y nos derrumbamos, que esté ahí para recoger las piezas.

Ahora nuestros recuerdos parecen ser de otra persona, parece que nunca los hubiéramos vivido, parece que los hemos borrado de la lista de memorias. Pero ninguno de nosotros quiere que se esfumen, no queremos que se escondan en rincones donde no los encontremos nunca. Nadie quiere eso, nadie quiere olvidar todos los buenos momentos que pasamos, nadie quiere recordar una vida a la mitad.

Pero todos preferimos quedarnos quietos frente a nuestros pensamientos, esperando que ellos actúen antes que tú. Preferimos dejar que la corriente se lleve lo que no queremos, pero somos tan ilusos que creemos que  al final podremos cogerlo, ponerlo a secar y utilizarlo como lo hicimos una vez.
Somos conscientes de que todo pasa por delante de nosotros, somos conscientes de que tenemos que pararlo como sea, hacer de esto algo nuestro, algo donde podamos ser nosotros, ser libres o al menos, sentir que lo somos.

Pero seguimos mirando a la ventana, sin querer hacer nada, sin poder hacer nada.

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