Sintiéndonos más cerca que nunca, compartiendo una noche más (pero no una cualquiera) con las personas a las que más quieres en este mundo. Echando de menos a unas y de más a otras tantas.
Sintiéndonos más infinitos que nunca, levantando los brazos para sentir aún más rápido cada una de las gotas que tocan los poros de nuestra piel y abriendo la boca para saborear el momento y no tener después nostalgia de él.
Porque estamos más vivos que nunca, justo hasta el segundo siguiente.