3 de julio de 2012

Sueños palpables.

Recorrí una vez más las escaleras, mi respiración forzada se hacía oir desde fuera, estaba completamente seguro. El ruido de la tormenta que tanto odiaba se filtraba por los viejos cristales, el aire hacía retumbar hasta el más mínimo sentimiento que en ese momento tenía. El miedo reclamaba su lugar en cada pedazo de mi cuerpo. Sólo sonaban mis pasos ascendiendo aquellas deterioradas escaleras acompañados de la luz de la luna que conseguía colarse por las rendijas de la ventana, el resto de la casa estaba oscuro y silencioso. Las nubes negras se fundían poco a poco con las estrellas valientes que quedaban en pie mientras yo vagabundeaba por el piso de arriba. Podía sentir como las gotas de lluvia helada chocaban con las flores muertas del jardín.
Sin darme tiempo a pensar, una persona apareció con el mismo gesto de terror que yo, podía ver desde la distancia sus labios agrietados y pálidos pronunciando esas palabras que me dejaron desorientado: "Diego, ¿estás despierto?".